A partir del siglo XIX, la noción de Homo oeconomicus, estaba asociada con la manera en que éste llevaba a cabo sus elecciones, las cuales son resultado de la racionalidad, es decir, eligía y tomaba decisiones con base en la razón, siendo esta la condición necesaria para conseguir la felicidad. Este individuo, es un ente que hace abstracción de los fenómenos mentales, intenciones, deseos y creencias y de otras características tales como el sexo, la raza o la edad. La aceptación de la existencia del Homo oeconomicus conduce a reconocer una serie de cualidades que le permitían, entre ellas, el comportamiento relacionado con una conducta maximizadora, donde el individuo aprovecha toda oportunidad que le signifique la consecución de un objetivo, y no implique la pérdida de otras.
Sin embargo, ¿qué ha sido del
Homo oeconomicus del siglo XIX?, ¿ha perdido el ser humano la capacidad de
actuar bajo su racionalidad?,… La concepción de Homo oeconomicus ha cambiado de
tal forma que los individuos se mueven, ya no actuando bajo su racionalidad,
sino movidos por sus propios intereses, es decir, el hombre busca la felicidad
a través de la propiedad (disponer cada vez más de una mayor cantidad de
bienes), y dicha propiedad la consigue en el mercado a través del dinero. Por
lo tanto, el individuo deja de utilizar la razón y se vuelve egoísta, movido
únicamente por dinero.
Esto conlleva que las
sociedades menos desarrolladas sean dependientes de los países ricos, y que las
zonas periféricas se encuentren bajo control de las zonas céntricas, dando
lugar a una continua divergencia entre ricos y pobres.
Y, ¿como se observa el actual concepto de homo oeconomicus en Sanxenxo? Como veremos en publicaciones posteriores, el alquiler de viviendas alcanza un elevado precio, no alcanzable para todo el mundo. Además, disponer de un barco o un piso propio en Sanxenxo, le da a la gente una gran satisfacción, es decir, estamos a través de lo que mencionabamos antes "la felicidad a través de la propiedad".
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